Un camino de legitimación profesional y política del actor docente

Tres condiciones socio-históricas han deslegitimado y desvalorizado la profesión docente: la precarización de las condiciones laborales, la insularidad del sistema educativo y la desconfianza político-administrativa del sistema. Estas condiciones, junto con silenciar o disminuir la ‘voz docente’, desprofesionalizaron la docencia y disolvieron su capacidad política.

En el escenario de transformaciones del sistema educativo que afronta el país, la carrera docente, la desmunicipalización y la discusión sobre la calidad son serias oportunidades para que el sistema político y los propios docentes sean consecuentes con la idea de que los profesores son el corazón del sistema educativo. Si se trata de revalorar la profesión docente y de que ésta sea el centro de cualquier reforma, entonces las transformaciones deben asumir ciertos requisitos:

  1. Que las condiciones laborales de la docencia garanticen la realización de todos los esfuerzos pedagógicos.
  2. Que las condiciones de promoción laboral de la docencia garanticen el efecto contrario a la precarización.
  3. Que se configure un (sub)sistema público basado en redes territoriales de coordinación y colaboración de unidades educativas.
  4. Que la configuración de la red no esté basada en un lógica meramente administrativa, sino – fundamentalmente- pedagógica.
  5. Que la tecnocracia de control, o nivel político-administrativo, confíe en las capacidades actuales del sistema educativo, superando la lógica de incentivos, sanción y control.
  6. Que los sujetos de la educación pedagogicen las discusiones sobre la calidad del sistema educativo.

No obstante, ninguna transformación educativa tendrá sentido sin una organización docente capaz de asumir un rol político desde su propio campo de saber. Esta necesidad señala un camino hacia la legitimidad política del actor docente:

  1. Pedagogizar las discusiones sobre – y las acciones en- educación.
  2. Visibilizar el “saber pedagógico” para legitimarlo epistemológicamente en el espectro de disciplinas que inunda la discusión sobre – y las acciones en- educación.
  3. Afirmar siempre que el centro pedagógico de los diálogos políticos sobre educación son los aprendizajes, su mejora, su profundización y su diversificación.
  4. Defender, como criterio de evaluación para todo modelo de reforma del sistema educativo, que los profesores (el saber pedagógico) asuman (desempeñe) un rol protagónico.
  5. Garantizar que los docentes estén profundamente involucrados y comprometidos con los cuatro objetivos anteriores.

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